Maldito hijo de perra. ¿Dime qué esperabas ganar con esto?, es como siempre, no importa la mierda que hagas logras destruir todo lo que te intenta salvar de este maldito agujero de donde estas. Sabes que no mereces eso, que alguien se preocupe por ti, sabes que no mereces la salvación, incluso ni siquiera mereces vivir la maldita vida que se te regalo.
Eres basura de la más pútrida, de aquella que esta tan infectada y peligrosa que terminas infectando a los demás, aquellas personas buenas que conociste en un principio terminaron rotas y destrozadas tanto por dentro como por fuera después de que pásate por sus vidas.
Recuerdas la niña que te vio como figura paterna, te recuerdo que te la tiraste, ¿te agrado el sexo con ella?, y luego en su momento de mayor debilidad vino por ayuda y tú terminaste drogándote junto a ella, ¿tenías que arrastrar a alguien contigo al maldito abismo, verdad?, al final ella murió recostada en tu hombro por una puta sobredosis después de tu maldita invitación. Ella es solo una de muchas vidas que destrozaste hasta su maldito núcleo, entre ellos tu amigo que murió de cáncer, aquel que te entrego todo para tu felicidad, lo abandonaste y no lo viste hasta sus últimos malditos días, no querías verlo a la cara porque no podías perdonarte, y le importo un bledo tu traición, lo único que él quería era no perder a su amigo, eso fue lo que él nunca te perdono, tu maldito hijo de perra, por tu culpa se llevó ese resentimiento a la tumba…
Oh! Mierda, la estación.
Y de esa manera el viejo bajo del vagón. Escuchar los pensamientos es indebido pero muy divertido, algunas mentes son muy ruidosas, y en un lugar como línea uno puedes encontrarte con historias que jamás creerías, los pensamientos son complicados y es impensable que alguien los escuche.
Mierda, me pase de estación central.