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  • Sonetmoonlight

Aterradoramente cotidiano


Yo solo la quería a ella, necesitaba su aprobación, pero me vi obligado, asesine a Ignacia. Oh Si! Muchachos, ¿Qué tenía yo de malo? Tan solo sentía su respiración y la quería entre mezclar con la mía. ¡Ah! La dulce agonía que siento. Estoy sentado junto al escritorio que siempre me perteneció, es que ¿Moriré junto a él? Supongo que al escuchar estas palabras están de su lado ¿no? Claro que sí, estas son solo las palabras de un asesino. Pero oh queridos amigos, si tan solo hubieran sentido su asombroso aroma, ¡Si tan solo hubiesen apreciado su encantador saludo! Yo sabía que amaba las flores amarillas, nunca lo supe, pero siempre lo sabía. Yo sabía todo de ella, menos si lo que sentía era amor. El frenesí inquieto que padecía siempre en mi mente no me dejaría comprobarlo, al parecer, nunca.

-Y ¿Cuándo la vas a traer a la casa?- Preguntó la madre al escuchar la noticia de su hijo.

-Ya le he dicho mamá, pero está muy ocupada. Le mando tus saludos.

-Si es como la que sale en la foto es muy bonita.

-Es bonita, es muy bonita.

-Ya mejor te vas yendo, porque se te está siendo tarde ya. ¿Vas a llegar temprano?

-No creo… voy a salir con unos colegas de la pega a tomarnos algo.

-Pero yo no creo que deberías hacer eso, si vas a andar manejando.

- Pero si es una cerveza no más. Ya chao, se me hace tarde.

Ricardo ya ha salido de su trabajo y como todos los días espera pacientemente en su vehículo poder ver aunque sea de manera fugaz a esa mujer que le quita el sueño, por la cual había sido capaz de fingirle a su propia madre, una relación amorosa con ella, la cual solo existe en su imaginación. Pero, esta noche sería distinto, el novio de su amada entre comillas había aparecido y Ricardo no estaba dispuesto a compartir su utópico amor.

Avancé, tomé el volante y lo seguí. Él bordeaba la carretera en una bicicleta. Estaba oscuro, pasábamos por una calle sin luces. No había nadie, ni el ladrido de un perro podría acompañarlo en este momento escandaloso. Él no lo sabía, y ¿Quién si? Mi mano parpadeaba, pero la tomé, un movimiento y ya había acelerado, dos movimientos y aquel hombre ya yacía junto al suelo como su único y ultimo acompañamiento.

En la oficina donde trabaja Ricardo ha llegado una nueva compañera, Ignacia. Quien ya ha acaparado la atención de sus compañeros, no obstante ellos, ajenos a toda la situación ocurrida la noche anterior, donde Ricardo fue capaz de literalmente de tirarle el auto encima a una persona sin medir las consecuencias de su acto delictual, pero Ricardo, contrariamente a como se muestra delante de su madre, su personalidad en público es introvertida lo que significa que prácticamente en esta ocasión debe ser forzado para ir a saludar a Ignacia.

-Teni que ir a saludarla. – expresó en forma de burla, un joven compañero de oficina Ricardo.

-¿Yo por qué? – pregunto Ricardo con voz baja y con su vista clavada en su escritorio.

-Porque ya todos la saludamos, todos le dimos la bienvenida, faltai tú no más po.

-Tengo que terminar acá… después voy.

-No no no si tiene que ser ahora, si ya le dije que la ibas a ir a saludar, o ¿Queri que la vaya a buscar?

-Bueno, bueno ya voy, ¿Cómo se llama?

-Ignacia.

Tras este suceso Ricardo aún no olvidaba a su enamorada y dejó que pasaran los días, sabía lo que había hecho, pero esta vez iría tras ella personalmente a entregarle un regalo.

Toqué el timbre de su casa, ella apareció al instante. Yo se lo confesé, “Todas las noches paso por aquí cuando me dirijo hacia el trabajo” le dije, “Te encuentro hermosa por eso siempre me detengo a mirarte”. Pero ella solo miró al suelo mientras escuchaba toda la sarta de estupideces que se me ocurrieron decir. “No puedo aceptar tu regalo” afirmó refugiada tras la puerta de su casa. Pero, ¿Saben amigos míos?, la escena más escalofriante que tuve que presenciar fue la del hombre que se supone había muerto, caminando ahora al lado de ella, ¡Sí! Vivo, más vivo que yo y junto a ella.

-Y ¿Cuándo la vas a traer a la casa? – Preguntó la madre en el momento del desayuno.

- Peliamos.

-¿Pero cómo?, si están recién comenzando a salir.

-No era lo que yo esperaba mama.

Ignacia, esta joven y bella muchacha, se integró rápidamente a su nuevo trabajo y su presencia no sigue pasando desapercibida por parte de sus compañeros, por este motivo el galán de las sombras pensaría rápidamente en mostrarle su interés.

Ricardo rápidamente se olvidó de su ex novia de fantasía que ciertamente pagó las consecuencias de su desviada conducta, pero gracias a su trastocada imaginación él ya había encontrado a una nueva novia virtual.

-Aquí te traje un vasito de leche caliente y un sándwich. – avisó la madre de Ricardo al momento de entrar a la habitación de este.

-Gracias mama, déjamelo ahí no más.

-Pero tómate la leche, si no se te va a enfriar.

-Bueno.

-Oh! Qué bonita esta niña – afirma luego de ver una fotografía en la red social de su hijo.

-Si estamos recién simpatizando.

Ricardo se siente nervioso, la razón, está esperando que todos en la oficina se vayan, para así poder dejarle un regalo a Ignacia. Pero él sin percatarse, no vio como una de sus compañeras se convertiría en una testigo de ese inesperado suceso.

Ignacia ya sabía todo lo sucedido y ahora su anónimo galán ya había sido puesto al descubierto. Ella vio todo esto como un gesto de cortesía, por lo cual decidió que la mejor forma de agradecer este particular detalle era simplemente dándole las gracias.

-Hola, ¿estás muy ocupado?

Ricardo sola la observo con un gesto inexpresivo.

-Sé que los compañeros te están molestando harto, pero yo quería sinceramente darte las gracias

Ricardo asentó con la cabeza y giro su silla de vuelta a su escritorio.

Ya era hora de que todos en la oficina se marcharan, sin embargo, esta tarde lo que planeaba Ricardo era algo mucho más allá de tan solo dejar un regalo.

No recuerdo exactamente, amigos míos, que paso por mi cabeza al momento de cambiar de regalos a un allanamiento de morada.

-Si jefe, ¿Qué sucede? – Pregunto Ricardo un tanto desconcertado.

-Usted está despedido. Fue acusado de haber entrado en la morada de su compañera de trabajo Ignacia. Usted sabe y conoce que yo no tolerare el acoso a mis trabajadoras, por eso quiero que ahora mismo retires tus cosas y te vayas.

-Mama, voy renunciar. Por eso hoy me iré un poco mas tarde.

-Hijo… encontré esta pistola entre tus cosas, ¿Qué vas a hacer?

-Practicar mi puntería mama.

Camine y camine y camine. Mi mano era portadora de mi cómplice más grande. En cuanto logre entrar, escuche las burlas. Cada uno rio. ¿Qué era tan divertido? Dirigí mi mirada hacia la oficina del jefe. ¡Un disparo! El cuerpo no es más que carne y huesos que lo sostienen todo. Deberían averiguar amigos míos, lo que es asesinar a un hombre y ver lo insignificantes que podemos ser. Todos corrían afuera, luego del disparo. Pero no sirvió. Yo los encontré. Fueron uno, dos, tres, cuatro. Todos rogaban por mi piedad. ¿Qué se siente ahora estar en la otra cara de la moneda? El quinto disparo. Fue de ella. Me miro, estaba paralizada, recuerdo que no dijo nada… solo lloraba y cubría su boca con sus manos temblorosas y antes del final, se agacho, intentando protegerse de su idóneo destino.

Yo regrese a mi escritorio, ¿acaso iría a morir junto a él…?

Ricardo no encontró refugio en ningún lado más que en su revuelta conciencia. Todos sabemos lo caro que se paga, cuando una mente así de perturbada es ignorada. Nuestro personaje fue condenado a cadena perpetua por los múltiples asesinatos cometidos esa desoladora mañana.

Yo solo la quería a ella, necesitaba su aprobación, pero me vi obligado, asesine a Ignacia. Oh Si! Muchachos, ¿Qué tenía yo de malo? Tan solo sentía su respiración y la quería entre mezclar con la mía. Ah! La dulce agonía que siento. Estoy sentado junto al escritorio que siempre me perteneció, es que ¿moriré junto a él? Supongo que al escuchar estas palabras están de su lado ¿no? Claro que sí, estas son solo las palabras de un asesino. Pero oh queridos amigos, si tan solo hubieran sentido su asombroso aroma, ¡si tan solo hubiesen apreciado su encantador saludo! Yo sabía que amaba las flores amarillas, nunca lo supe, pero siempre lo sabía. Yo sabía todo de ella, menos si lo que sentía era amor. El frenesí inquieto que padecía siempre en mi mente no me dejaría comprobarlo, al parecer, nunca.

-Y ¿Cuándo la vas a traer a la casa?- pregunto la madre al escuchar la noticia de su hijo.

-Ya le he dicho mama, pero, está muy ocupada. Le mando tus saludos.

-Si es como la que sale en la foto es muy bonita.

-Es bonita, es muy bonita.

-Ya mejor te vas yendo, porque se te está siendo tarde ya. ¿Vas a llegar temprano?

-No creo… voy a salir con unos colegas de la pega a tomarnos algo.

-Pero yo no creo que deberías hacer eso, si vas a andar manejando.

- Pero si es una cerveza no más. Ya chao, se me hace tarde.

Ricardo ya ha salido de su trabajo y como todos los días espera pacientemente en su vehículo poder ver aunque sea de manera fugaz a esa mujer que le quita el sueño, por la cual había sido capaz de fingirle a su propia madre, una relación amorosa con ella, la cual solo existe en su imaginación. Pero, esta noche sería distinto el novio de su amada entre comillas había aparecido y Ricardo no estaba dispuesto a compartir su utópico amor.

Avance, tome el volante y lo seguí. El bordeaba la carretera en una bicicleta. Estaba oscuro, pasábamos por una calle sin luces. No había nadie, ni el ladrido de un perro podría acompañarlo en este momento escandaloso. Él no lo sabía, y ¿Quién si? Mi mano parpadeaba, pero la tome, un movimiento y ya había acelerado, dos movimientos y aquel hombre ya yacía junto al suelo como su único y ultimo acompañamiento.

En la oficina donde trabaja Ricardo ha llegado una nueva compañera, Ignacia. Quien ya ha acaparado la atención de sus compañeros, no obstante ellos ajenos a toda la situación ocurrida la noche anterior, donde Ricardo fue capaz de literalmente de tirarle el auto encima a una persona sin medir las consecuencias de su acto delictual, pero Ricardo, contrariamente a como se muestra delante de su madre, su personalidad en público es introvertida lo que significa que prácticamente en esta ocasión debe ser forzado para ir a saludar a Ignacia.

-Teni que ir a saludarla. – expreso en forma de burla un joven compañero de oficina Ricardo.

-¿yo porque? – pregunto Ricardo con voz baja y con su vista clavada en su escritorio.

-porque ya todos la saludamos, todos le dimos la bienvenida, faltai tu no mas po.

-tengo que terminar acá… después voy.

-no no no si tiene que ser ahora, si ya le dije que la ibas a ir a saludar, o ¿queri que la vaya a buscar?

-bueno, bueno ya voy, ¿Cómo se llama?

-Ignacia.

Tras este suceso Ricardo aun no olvidaba a su enamorada y dejo que pasaran los días, sabía lo que había hecho, pero esta vez iría tras ella personalmente a entregarle un regalo.

Toque el timbre de su casa, ella apareció al instante. Yo se lo confesé, “todas las noches paso por aquí cuando me dirijo hacia el trabajo” le dije, “te encuentro hermosa por eso siempre me detengo a mirarte”. Pero ella solo miro al suelo mientras escuchaba toda la sarta de estupideces que se me ocurrieron decir. “No puedo aceptar tu regalo” afirmo refugiada tras la puerta de su casa. Pero, ¿saben amigos míos?, la escena más escalofriante que tuve que presenciar fue la del hombre que se supone había muerto, caminando ahora al lado de ella, ¡sí! Vivo, más vivo que yo y junto a ella.

-Y ¿Cuándo la vas a traer a la casa? – pregunto la madre en el momento del desayuno.

- Peliamos.

-¿pero cómo?, si están recién comenzando a salir.

-No era lo que yo esperaba mama.

Ignacia, esta joven y bella muchacha, se integró rápidamente a su nuevo trabajo y su presencia no sigue pasando desapercibida por parte de sus compañeros, por este motivo el galán de las sombras pensaría rápidamente en mostrarle su interés.

Ricardo rápidamente se olvidó de su ex novia de fantasía que ciertamente pago las consecuencias de su desviada conducta, pero gracias a su trastocada imaginación él ya había encontrado a una nueva novia virtual.

-Aquí te traje un vasito de leche caliente y un sándwich. – aviso la madre de Ricardo al momento de entrar a la habitación de este.

-Gracias mama, déjamelo ahí no más.

-Pero tomate la leche, sino se te va a enfriar.

-Bueno.

-Oh! Qué bonita esta niña – afirma luego de ver una fotografía en la red social de su hijo.

-Si estamos recién simpatizando.

Ricardo se siente nervioso, la razón, está esperando que todos en la oficina se vayan, para así poder dejarle un regalo a Ignacia. Pero él, sin percatarse, no vio como una de sus compañeras se convertiría en una testigo de ese inesperado suceso.

Ignacia ya sabía todo lo sucedido y ahora su anónimo galán ya había sido puesto al descubierto. Ella vio todo esto como un gesto de cortesía, por lo cual decidió que la mejor forma de agradecer este particular detalle era simplemente dándole las gracias.

-Hola, ¿Estás muy ocupado?

Ricardo solo la observó con un gesto inexpresivo.

-Sé que los compañeros te están molestando harto, pero yo quería sinceramente darte las gracias.

Ricardo asentó con la cabeza y giró su silla de vuelta a su escritorio.

Ya era hora de que todos en la oficina se marcharan, sin embargo, esta tarde lo que planeaba Ricardo era algo mucho más allá de tan solo dejar un regalo.

No recuerdo exactamente, amigos míos, qué pasó por mi cabeza al momento de cambiar de regalos a un allanamiento de morada.

-Sí jefe, ¿Qué sucede? – Preguntó Ricardo un tanto desconcertado.

-Usted está despedido. Fue acusado de haber entrado en la morada de su compañera de trabajo Ignacia. Usted sabe y conoce que yo no toleraré el acoso a mis trabajadoras, por eso quiero que ahora mismo retires tus cosas y te vayas.

-Mamá, voy renunciar. Por eso hoy me iré un poco más tarde.

-Hijo… encontré esta pistola entre tus cosas, ¿Qué vas a hacer?

-Practicar mi puntería mamá.

Caminé y caminé y caminé. Mi mano era portadora de mi cómplice más grande. En cuanto logré entrar, escuché las burlas. Cada uno rio. ¿Qué era tan divertido? Dirigí mi mirada hacia la oficina del jefe. ¡Un disparo! El cuerpo no es más que carne y huesos que lo sostienen todo. Deberían averiguar amigos míos, lo que es asesinar a un hombre y ver lo insignificantes que podemos ser. Todos corrían afuera, luego del disparo. Pero no sirvió. Yo los encontré. Fueron uno, dos, tres, cuatro. Todos rogaban por mi piedad. ¿Qué se siente ahora estar en la otra cara de la moneda? El quinto disparo. Fue de ella. Me miro, estaba paralizada, recuerdo que no dijo nada… solo lloraba y cubría su boca con sus manos temblorosas y antes del final, se agachó, intentando protegerse de su idóneo destino.

Yo regresé a mi escritorio, ¿Acaso iría a morir junto a él…?

Ricardo no encontró refugio en ningún lado más que en su revuelta conciencia. Todos sabemos lo caro que se paga, cuando una mente así de perturbada es ignorada. Nuestro personaje fue condenado a cadena perpetua por los múltiples asesinatos cometidos esa desoladora mañana.

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